19/3/24

Culpa del feminismo



 

Desde las elecciones primarias de 2023, está en curso una conversación sobre progresismo y conservadurismo, feminismo y reacciónacelerada por el resultado electoral que llevó a Javier Milei y sus huestes libertarianas a la Casa Rosada. Como otras discusiones, siempre se trata de algo más. 

El debate continúa en dos frentes, en La Libertad Avanza en forma de batalla cultural y en el espectro del peronismo como balance o una especie de ajuste de cuentas por “haberse pasado de rosca con el feminismo”. En su crónica de Cenital, Gabriel Sued rescata una sentencia de Cristina Kirchner sobre el peronismo (“no es progresista”) y su apoyo al aborto legal, más por salud pública que por feminismo (una postura legítima, aunque en 2018 privilegió el feminismo, con mejor prensa esos días). 

Durante su gobierno, el Frente de Todos explotó sin pudor las credenciales feministas. No tuvo reparos en festejar como propia la conquista del derecho al aborto legal ni en presumir políticas “con perspectiva de género”, que fueron usadas como membrete violeta de una agenda de ajuste. Se inflaron los discursos, se desinflaron los presupuestos y se silenciaron las críticas al respecto. El camino hasta acá estuvo lleno de preguntas y debates, y muchos continúan por otras vías. 

El escenario actual es apabullante y complicado pero a pesar de los peros y las dilaciones para una movilización generalizada, el 8M fue un día de protesta, de desafío a los protocolos, de repudio al ajuste y las políticas de destrucción masiva del gobierno. Y a la vera de las manifestaciones y las declaraciones presidenciales, hay problemas que se mezclan con este presente pero vienen amasándose hace tiempo. Podemos (y es necesario) discutir las formas, la magnitud y los modos de la reacción conservadora argentina, lo que no podemos es hacer de cuenta que nos sorprende. 

Atrapadas en la trama neoliberal

La semana del 8M, empecé a leer Libres y sin miedo. Horizontes feministas para construir otros sentidos de justicia (Tinta Limón) de Susana Draper. Susana es escritora y docente, vive en Harlem (Nueva York, Estados Unidos) y escribió este libro inspirada por algo que vio en una visita a la cárcel de Rikers cuando dictaba un taller literario. Con ese disparador, condensó reflexiones sobre la criminalización de las mujeres, las demandas de justicia y la multiplicidad de violencias en las sociedades capitalistas. 

El libro concentra muchos temas interesantes, muchos tocan de cerca agendas que nosotras mismas, en Argentina, abordamos: feminismo y punitivismo, violencia económica, trabajo de cuidados y todas sus combinaciones. Propone “poner nuevamente en el centro una comprensión múltiple de las violencias contra las mujeres, enfatizando la pregunta por las condiciones de sostenimiento de la vida en medio de una intensificación de su precariedad”. Pero me interesa algo que menciona Susana sobre discursos feministas y legislaciones que terminaron siendo funcionales a agendas neoliberales (y, agrego, fácilmente reciclables para las derechas). 

Susana propone otras lecturas sobre avances feministas en materia legislativa a partir de los años 1990, como la ley Violence Against Women Act (1994), un hito en la lucha contra la violencia patriarcal en Estados Unidos. Sostiene que si se observa la ley “abstrayéndonos del resto, vemos un paso histórico porque se instala la violencia contra las mujeres en la lengua del derecho y se la tipifica como uno de los ‘crímenes’ más serios en la sociedad”, pero si se amplía el contexto, está acompañada de una serie de recortes y formas nuevas de criminalización que afectaban a la mayoría de las personas (sobre todo mujeres) afectadas por las políticas neoliberales. Resume el choque así: “lo que empeoraba las condiciones de vida, por un lado, se camuflaba en una retórica de derechos contra la violencia, por otro” (si te suena a algo es porque las narrativas salen de lugares parecidos). 

Además de los recortes y las leyes, “la incrementación de los ideales de mayor seguridad y punitivismo van junto a un debilitamiento de los lazos comunitarios y a la transformación neoliberal de las relaciones interpersonales dentro del esquema de lo desechable, el ‘use y tire’ que rige sentidos limitados de libertad neoliberal como si se tratara de una capacidad de consumo”. En su sentido similar, Diego Sztulwarkreflexiona en su libro La ofensiva sensible (Caja Negra) sobre el paso de la ciudadanía al consumo, y explica que “el neoliberalismo funcionó como articulador entre los mercados y las democracias nacientes, con sus promesas de consumo y elecciones libres” y dio forma a esos sentidos limitados de la libertad

El laberinto neoliberal incluyó en Estados Unidos la reforma del acceso a los programas sociales destinados a familias pobres. Las reformas resultaron en un mayor empobrecimiento pero además en el aumento de criminalización y encarcelamiento de mujeres pobres, destinatarias por excelencia de esos programas. Con la excusa de la eficacia y evitar “abusos” de parte de las beneficiarias (las “welfare queen”, algo así como las “reinas del subsidio”), se obliga a las mujeres a demostrarle al Estado que están buscando trabajo y cuidan bien a sus hijos e hijas, una política que solo resultó en cinismo y crueldad (otra vez, si te suena a algo es porque las narrativas salen de lugares parecidos). 

Me gustaron mucho dos ideas que recorren el libro y me parece interesante encontrarlas cuando el movimiento feminista y de mujeres de Argentina vuelve a la calle, con viejos debates y problemas nuevos. Una es no empezar de cero. “La idea de que tenemos que empezar todo desde cero es paralizante y es parte del borramiento que los procesos de violencia generan para controlar la relación entre memoria e imaginación colectiva”, para esto Susana dedica una parte a la poética de las luchas, cómo se recuperan las ideas y las discusiones y se traducen en nuevas. La otra también tiene que ver con la relación entre pasado y presente: “necesitamos retomar la pregunta que plantearon tantas luchas de fines de los setenta, instando a mirar siempre desde lo más abajo de la pirámide social para entender desde ahí lo que implica una visión de transformación radical de la vida”. Me parece un punto de partida interesante para pensar una agenda feminista de la mayoría, con más anticuerpos para no caer en las trampas neoliberales. 

Hito francés y la luz de Paraguay

Francia incorporó el derecho al aborto a la Constitución y si despojara el  hecho de su contexto solo aplaudiría (la inclusión protege ese derecho básico de reversiones reaccionarias). Pero tomando la propuesta de Susana Draper, de colocar el hito en contexto, convive con un recorte masivo del sistema de salud y una realidad en la que “una de cada cinco mujeres en Francia tiene que ir a otra provincia para abortar, los servicios de urgencias cierran uno tras otro y Francia se transforma en un verdadero desierto en cuanto a la medicina”. Esto lo contó Sasha Yaropolskaya (que es militante de Du Pain et Des Roses) en un mitinprevio al 8M en París; también que Emmanuel Macron hoy reza “mi cuerpo mi decisión” encabeza el mismo gobierno que controla la vestimenta de las niñas musulmanas, criminaliza a las migrantes, precariza y obliga a las mujeres a trabajar hasta los 67 años con su reforma jubilatoria. Como otros gobiernos y otros partidos recortan del feminismo aquello que es funcional, y (agrega Sasha) “les aterroriza que el movimiento feminista salga del marasmo liberal y vuelva a sus tradiciones socialistas y revolucionarias”. 

El gobierno de Milei persigue un apagón cultural pero como se vio en el cine Gaumontlas trabajadoras y los trabajadores de la cultura, muchos y muchas artistas resisten. También resisten las historias en pantallas y escenarios, muchas que difícilmente encontraríamos si dejáramos que el mercado decida. Una de esas historias es Paraguay, de Lucía Maciel y Paula Grinszpan. Podría decir que se trata de dos chicas que migran a Nueva York (Manuela Martínez y Olivia Daiez) con su propio sueño americano y se chocan, como muchas otras, con la pesadilla de la desigualdad. Pero me faltaría contar que además es un poco un musical, un poco una comedia, me faltaría mencionar a Liliana Pérez Albornoz (Mariano Saborido), una oficial de migraciones y también dueña de la llave a otro mundo. Y también me faltaría decir que la obra tiene su propia banda sonora en vivo (gracias a Román Martino y su guitarra) con este hitazo. Van a estar dos domingos de abril en el teatro Astros, aviso con tiempo.

 

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