28/5/24

Mujeres eran las de antes


 

Hace unas semanas me crucé con un video viral que decía “somos novios y no nos besamos”. La abstención sexual antes del matrimonio no es la única oferta conservadora que circula hoy en redes sociales, en un contexto en el que no pocos jóvenes miran hacia el pasado y lo tradicional como refugio de un presente caótico e incierto

Propuestas así conviven con otras que ofrecen respuestas a la insatisfacción con la vida contemporánea en el capitalismo, marcada por la mercantilización, la hiperproductividad y la precarización. Entre ellas, una llamativamente atractiva es la de la tradwife (esposa tradicional en inglés), que crece hace algunos años en Estados Unidos con diferentes intersecciones con las nuevas derechas. 

Tradición y libre elección

Algunas lecturas ubican el origen de la tradwife en la manósfera (foros masculinos antifeministas o misóginos). Como parte de las críticas a los movimientos feminista y LGBT, se exalta la figura de la esposa tradicional. Pero no cualquiera, rememoran la imagen del ama de casa blanca, de clase media en áreas suburbanas de Estados Unidos en la segunda posguerra. La tendencia ganó mayor visibilidad en Instagram y en TikTok, valorada como tendencia estética y en un segundo plano los valores tradicionales o una versión aggiornada de ellos. Las protagonistas pasaron a ser mujeres que abogan por una vuelta a los roles de género tradicionales

En Estados Unidos, este fenómeno no es una novedad absoluta. En 2013 la periodista Emily Matchar publicó Homeward Bound: why women are embracing the new domesticity (De regreso a casa: por qué las mujeres están adoptando una nueva domesticidad), que analizaba el fenómeno de mujeres criadas “con igualdad de oportunidades”, acceso a altos niveles educativos y altos cargos corporativos, que abandonaron todo para dedicarse exclusivamente al hogar y la crianza de sus hijos. A diferencia de las tradwives, reivindicaban su libre elección como parte del feminismo. 

Irónicamente, el argumento de la libre elección es utilizado hoy por sectores antifeministas para responder a las críticas que reciben las tradwives. Si el reciclaje es posible, en parte es por el vaciamiento que significó el pasaje de la liberación a la libre elección y de la lucha colectiva a la elección individual en varios discursos feministas, especialmente aquellos integrados a las democracias neoliberales. La socióloga Eva Illouz habla del cambio de movimiento político a “código cultural, utilizado en la publicidad, series de televisión, películas y novelas románticas … [que] ha hecho que el feminismo pierda su filo político, convirtiéndose en un gesto vacío” (Erotismo de autoayuda, Clave Intelectual). Ese feminismo del gesto vacío, característico de agendas oficiales y políticas corporativas de grandes empresas, dejó de ser atractivo para muchas mujeres porque ya no hablaba de sus problemas y se transformó en un enemigo perfecto para la reacción patriarcal que alimenta hoy a las nuevas derechas. 

El atractivo de imágenes como las de la esposa tradicional responde más a la identificación de ciertos discursos feministas con políticas neoliberales que a la radicalización excesiva de movimientos contra la violencia machista o la desigualdad (como sugieren voceros conservadores e incluso algunos sectores que se autoetiquetan progresistas). Una parte de la insatisfacción con la vida en el neoliberalismo fue canalizada por discursos reaccionarios que explotan de manera muy efectiva la idea de que la mayoría vive peor porque el feminismo y el movimiento LGBT destruyeron el orden social “natural” al cuestionar los roles tradicionales del varón proveedor y la mujer madre/ama de casa con la “ideología de género”. Y desde ahí proponen volver a un “pasado mejor” despojado de problemas y contradicciones.

Una esposa de Instagram

Lo que se ve en los posteos de Instagram y videos de Tik Tok es una versión simplificada y estetizada de esas explicaciones reaccionarias. La tradwife ofrece también una guía para las mujeres que rechazan las críticas feministas, más en sintonía con ideas masculinistas y de grupos “por los derechos del hombre” (víctimas de la corrección política y el feminismo). Y a menudo funcionan como vehículo de otros discursos políticos. Parecido a lo que pasó hace algunos años sucedía con el empoderamiento femenino (utilizado para vender remeras, maquillaje y apoyar candidatas de partidos imperialistas), hoy el hashtag #tradwife puede terminar en movimientos religiosos ultraconservadores, supremacismo blanco u otras expresiones de derecha. 

Por último, deja en evidencia una contradicción sin solución en el capitalismo: la doble jornada laboral de las mujeres. Para sectores medios y altos, presentar como una “libre elección” atractiva ser esposa, madre y ama de casa dependiente del marido es una alternativa: “ser una tradwife es empoderador y me permitió recuperar el control de mi vida”. Esa es la explicación de una mujer joven que siente que se liberó de la presión profesional y los malabares para combinar trabajo y cuidados (una doble exigencia exclusivamente femenina).

Por supuesto, tradwife no es una opción para la mayoría de las mujeres porque su ingreso es necesario, cuando no es el principal o el único de la familia. Sin embargo, los videos de Tik Tok de amas de casa lindas, con el ingreso resuelto por el marido y criando bebés felices en casas limpísimas tienen un impacto más allá de los sectores acomodados, construyen imágenes aspiracionales, sueños e ideales. La mayoría que scrollea en Instagram sigue repartida en una doble jornada que no termina nunca: trabajando fuera del hogar por un salario en promedio más bajo y en casa de forma gratuita.

En una conversación con la historiadora Wendy Goldman, investigadora de la Revolución rusa de 1917, decía que reflexionar sobre la experiencias y las ideas bolcheviques acerca de la socialización del trabajo doméstico seguía siendo relevante porque en el capitalismo “ninguna institución estatal ni privada pudo responder adecuadamente a la necesidad de cuidado infantil accesible y de alta calidad, el trabajo doméstico no fue socializado y todavía lo realizan mayoritariamente las mujeres”. Pero esto no tiene nada que ver con volver al pasado, es una forma de pensar el futuro. 

A las verdaderas esposas tradicionales no les gustaría esto

La imagen de la tradwife de 2024 es una de las más reproducidas en campañas publicitarias y de propaganda sobre la vuelta al hogar después de la entrada masiva de las mujeres en la fuerza de trabajo industrial durante la Segunda Guerra Mundial. No sé si a esas esposas tradicionales les gustaría ser una tradwife, de hecho la angustia que les provocaba su situación fue uno de los motores de la ola feminista de Estados Unidos en los años 1960 y 1970. La feminista Betty Friedan llamó a esa angustia “malestar sin nombre” en su libro Mística de la feminidad en 1963. 

La maravillosa señora Maisel es una serie que cuenta la vida de un ama de casa de clase media neoyorquina en los años 1950, que después de una separación abrupta empieza una carrera como comediante. Midge Maisel termina una noche en el escenario de un bar medio borracha hablando sobre la presión que significa para las mujeres el matrimonio, la familia y la monogamia. La serie no aspira a hacer una denuncia política ni mucho menos, tampoco juega en las ligas del realismo, es una comedia sobre problemas en serio. Es algo así como la vida mirada a través de las guardaban silencio y sonrían hasta que un día todo empezó a parecer una broma de mal gusto y no se callaron más.

Diario de un ama de casa desquiciada (Libros del Asteroide) es una novela de Sue Kaufman de 1967. La primera edición fue un éxito y años más tarde se la consideró “fundacional” de los textos que dieron voz a la “conciencia femenina”. Tina Balser tiene todo: un marido exitoso, dos hijas preciosas y mucha plata para gastar. Pero Tina es una bomba a punto de explotar en su palacio doméstico que para ella es una cárcel, donde escribía un “informe” en el que pueden leerse los sentimientos de muchas mujeres con respecto al trabajo doméstico: hartante, repetitivo y cada día más asfixiante. Sospecho que Tina no usaría el hashtag #tradwife.

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