Me adelanté por dos aniversarios redondos. Las fechas son solamente fechas pero permiten mirar hacia atrás y pensar en lo que queda cuando pasa el temblor, cuando se retira la marea. El 28 de mayo la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito cumplió 20 años, el martes 3 de junio se cumplen 10 años de la primera movilización Ni Una Menos.
La filósofa feminista Judith Butler dijo en una conferencia en Argentina en 2019 que le gustaba la figura de la marea más que la de las olas porque “la marea llega, se retira, vuelve y se retira, se encuentra con otra marea y produce una nueva… es dinámica, no son etapas, es una dinámica en curso cuyo futuro no conocemos del todo o no podemos predecir”.
Un 3 de junio se transformó en el 3J
Chiara Páez tenía 16 años y fue asesinada por su novio, no fue la primera ni la última. Pero esa vez fue distinto; los llamados a la acción fueron como chispas en un campo seco, la periodista Marcela Ojeda hizo un posteo en Twitter: “Actrices, políticas, artistas, empresarias, referentes sociales… mujeres, todas, bah… ¿No vamos a hacer nada? NOS ESTÁN MATANDO”. El 3 de junio de 2015 no se podía caminar en los alrededores del Congreso, no había señal de celular, pero lo más importante era que en cada rincón del país los clubes, las escuelas, los grupos de amigas, de mamás del colegio, todas se organizaron para marchar. Y empezaron a discutir todo: ya no más “crimen pasional”, ya no más “fanática de los boliches”.
Sin avisar, Ni Una Menos se transformó en una contraseña popular: Ni Una Menos sin trabajo, Ni una Menos sin vivienda. En 2017, escribimos algo con Andrea D’Atri después de un 8M masivo en todo el mundo: las movilizaciones contra la violencia patriarcal despiertan simpatía y “sirven también como canal de expresión del descontento de millones de trabajadores y estudiantes con las políticas de austeridad, ajuste y precarización de la vida”. Ni Una Menos era de todas y de todos.
La agenda se ampliaba porque la movilización contra la violencia patriarcal nunca se trató solamente de eso: se trataba de la desigualdad, de las relaciones de poder en el trabajo, del que te toca el culo en el colectivo pero también del acoso de jefes y supervisores, de que los malabares para cuidar los hacen las mujeres pero también de que las empresas las castigan por faltar porque no hay jardines ni centros de cuidado infantil en ningún trabajo. Y así podría seguir hasta el infinito porque casi todos los puntos de esa agenda salen del mismo lugar: del entrelazamiento específico que existe en las sociedades capitalistas entre la opresión de género y la explotación de clase.
El glitter brilla más
La marea verde siempre tuvo más fans; brilla, está llena de glitter, sus logros son concretos (aun cuando son tan frágiles que un cambio de gobierno puede ponerlos en jaque como hoy en Argentina, donde el derecho al aborto legal está siendo socavado más por obstáculos económicos que por discursos reaccionarios). Ni Una Menos se enfrenta todo el tiempo al resultado amargo de que no hay menos femicidios ni menos violencia patriarcal; incluso las políticas públicas que de alguna forma tradujeron demandas y reclamos no pueden ser más que paliativos. No hay #esley para terminar con los femicidios (incluso frágil, una ley con presupuesto adecuado puede aspirar a reducir casi a cero los abortos inseguros, en sí mismo es un objetivo relativamente modesto en el siglo XXI, ambiciosas son las posibilidades que abre ganar disputando las calles y las ideas).
No hay menos femicidios. Según el Observatorio de Femicidios “Adriana Marisel Zambrano” de la organización La Casa del Encuentro, hubo 109 femicidios de enero a mayo de 2025 y hubo un femicidio casi todos los días de 2024. No existen cifras oficiales porque la única política del gobierno nacional fue destruir los programas públicos (ya desfinanciados) que existían. No hace falta aclarar que ninguno de los recortes tienen que ver con el ahorro, es una revancha. Pero las afectadas no son las feministas, son las mujeres en general y las pobres en particular. El desprecio por la vida de las mujeres no desentona con el resto de la agenda de Javier Milei, que desprecia la vida de la mayoría para privilegiar los intereses de los ricos.
Ese revanchismo es incomprensible sin ponderar la potencia del movimiento que lo precede. Creo que esa sería una evaluación más justa del movimiento que despertó a muchos otros movimientos, que dislocó el sopor del “ya hay igualdad” y vio brotar los lunes negros en Polonia, el Me Too en Estados Unidos, un movimiento masivo en el Estado español, prestó su consigna a las italianas y le dio nueva fuerza a la cuna original mexicana de la idea “Ni Una Menos”.
Cuerpos, deudas y nombres
El miércoles 28 pasé por la esquina de Perú y Avenida de Mayo, el lugar donde la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito hizo una de sus primeras actividades hace 20 años. El verde ya no está de moda pero lo que representa sigue siendo vital y urgente, y recordar esa fecha es de alguna forma un tributo a las pioneras y a nuestra propia lucha que nunca empieza cuando nosotras llegamos.
Lo que sí está de moda hoy es burlarse de nuestra lucha. Es lo que hicieron los funcionarios cuando presentaron su plan para que los ricos blanqueen dólares (“tus dólares, tu decisión”). No espero nada del vocero presidencial, menos que sepa que “mi cuerpo, mi decisión” es una consigna liberal característica del movimiento estadounidense (cuya conquista fue un fallo de la Corte Suprema -revertido en 2022- que impedía al Estado interponerse en la decisión individual de una mujer sobre su cuerpo). Menos espero que sepan que hasta los años 1980 republicanos como Ronald Reagan fueron defensores de “mi cuerpo, mi decisión” o que Margaret Thatcher votó a favor de despenalizar el aborto ¡hasta la semana 28! cuando era legisladora en el Reino Unido.
La consigna tiene todo para triunfar: toma una parte de nuestra lucha (el derecho a decidir es elemental) que se puede despojar de cualquier crítica al capitalismo y hacerla encastrar en el individualismo neoliberal, que no moleste y, mejor todavía, que se pueda vender. Creo que la feminista bell hooks explica bien cómo funciona: “en una cultura de dominación, todas nuestras luchas políticas corren el riesgo de ser mercantilizadas de forma tal que vuelve difusa su intención radical” (Artists and Identity). Hay mil debates, no por nada esta newsletter se llama No somos una hermandad.
Creo que nuestro movimiento lleva la igualdad como marca de nacimiento en un consigna que piensa en todas y no solamente en las que pueden pagar su decisión, la consigna de la Comisión por el Derecho al Aborto, que después hizo suya la Campaña: “Anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir”. Por la persistencia de ese reclamo, en Argentina el derecho al aborto es legal, seguro y gratuito.
Judith Butler dice (en la misma conferencia) que antes del “yo soy, yo elijo, yo decido” hay un momento colectivo, “lo hago porque otras personas eligieron hacerlo también o porque construyeron un movimiento social que cambió la idea del género, cambió la idea de la ley, de la intervención médica. Hubo intervenciones de carácter social e institucional que le permiten a un individuo decir ‘yo quiero esto’. En algún sentido, es el último momento del proceso político, ‘quiero esto, insisto en el derecho al aborto, en el cambio de género’, el individuo es importante pero se hace posible por estas vastas interrelaciones que surgen de luchas previas”.
Y dice esto que me encanta: “pertenecemos los unos a los otros de formas que no siempre sabemos, tenemos deudas los unos con los otros, no financieras sino emocionales, de solidaridad, con las personas que estuvieron antes que nosotras, de quienes no sabemos ni su nombre”. Yo soy porque otras fueron, elijo porque otras construyeron y los aniversarios también sirven para pagar esas “deudas” de las que habla Butler, empezando por seguir peleando para que el derecho a decidir sea para todas las mujeres y personas con capacidad de gestar.
Para mí uno de esos nombres es Dora Coledesky y las que iban a las reuniones de la Comisión por el Derecho al Aborto en el localcito de Entre Ríos y San Juan después de diciembre de 2001. Las que un día aparecieron en la textil Brukman, ocupada por sus trabajadoras (había varones pero decían nosotras) y dijeron que la lucha de las feministas era la misma que la lucha de las obreras que defendían su fábrica. Tenían sus consignas, sus colores, sus canciones y en esos veranos calientes nos hicimos las unas de las otras con feministas, militantes de izquierda, estudiantes, trabajadoras, asambleístas. A veces discutiendo todo, a veces inventando canciones y riéndonos de lo mismo.
En el Encuentro Nacional de Rosario de 2003 se hizo la primera Asamblea por el Derecho al Aborto y al día siguiente salió en la tapa de un diario una bandera que decía DERECHO AL ABORTO LIBRE Y GRATUITO. Esa bandera la pintamos en un local del Partido de Trabajadores Socialistas en Once y como las fotos no son de gran calidad no se ve el parche que tenía. Nos habíamos olvidado el “por el derecho a”, que sí o sí tenía que estar para dar batalla lo más preparadas posible, para responder ataques y para convencer. Eso, palabras más palabras menos, nos dijo Andrea D’Atri, que hoy es diputada de la Ciudad de Buenos Aires por el Frente de Izquierda Unidad. La terminamos muy tarde y no calculamos bien el peso pero el movimiento que iba a nacer necesitaba su insignia y la hicimos. Al regreso de ese Encuentro fundamos Pan y Rosas, en el centro cultural Rosa Luxemburgo frente a la textil Brukman.
Por eso me gustan los aniversarios. Son días para pagar esas deudas y hoy también puede ser una oportunidad para que Ni Una Menos vuelva a ser esa contraseña popular
para unir a todas las que luchan, todos lo que luchan en las calles, en
las plazas, los hospitales, las universidades, las oficinas públicas,
los talleres y las fábricas.
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