9/8/22

La ley y el orden


En las primeras páginas de El acontecimiento (TusQuets, 2022) de Annie Ernaux se lee la transcripción del castigo que establecía la ley de 1948 al delito de aborto en Francia. “Serán castigados con prisión y multa: 1) el autor de cualquier práctica abortiva; 2) los médicos, comadronas, farmacéuticos y demás culpables de haber inducido o favorecido estas prácticas; 3) la mujer que haya abortado por sí misma o que haya accedido a abortar; 4) la instigación al aborto y la propaganda anticonceptiva”. En este libro, la autora narra su aborto clandestino en 1963 cuando cursaba el último año de la universidad.

Annie sabe que no quiere seguir con el embarazo desde que advierte el retraso de su menstruación. “No me producía ninguna aprensión la idea de abortar (...) no era necesario tener ningún valor especial para hacerlo. Era una desgracia muy común. Bastaba con seguir la senda por la que una larga cohorte de mujeres me había precedido”. Ernaux se limita a los hechos y, aunque a lo largo de su relato conocemos todas las particularidades, sabe que no es especial. 

Annie cuenta que convivió con el miedo de quedar embarazada desde su primera experiencia sexual, “casi me parecía un milagro no haberme encontrado antes en esa situación”. El embarazo no deseado, para ella, tenía que ver con su clase. “Yo era la primera persona de mi familia que estudiaba una carrera (...) Había conseguido escapar de la fábrica y de la tienda. Pero ni la reválida ni la licenciatura en letras habían conseguido alejar la fatalidad de una pobreza heredada cuyos emblemas eran el padre alcohólico y la madre soltera”. 

No es una idea que haya fabricado en su cabeza, es una imagen repetida sin cesar. Pero las mujeres pobres no se embarazan más que las ricas o las de clase media. La diferencia está en las condiciones materiales para tomar cualquier decisión. “Lo que estaba creciendo dentro de mí era, en cierto sentido, el fracaso social”. No habla de tener un hijo o una hija, sino de no poder decidir no hacerlo. En la película L’ événement, basada en la novela de Ernaux, la protagonista le dice a un médico: “Me gustaría tener un hijo algún día pero no en lugar de una vida”. 

Lo que sigue son todas las cosas que está dispuesta a hacer una mujer por abortar cuando quiere o necesita hacerlo. Vemos a las personas e instituciones con las que debe lidiar para concretar la decisión que tiene tomada desde el inicio. Los médicos, los temerosos de la persecución y los convencidos de que valen más su “valores” que la salud y la vida. Sus pares, divididos por líneas similares. Y el miedo. El miedo a ir presa, a morirse en un hospital y, para Annie, a decepcionar a su familia y no cumplir la promesa del ascenso social.

Es casi imposible no encontrarse en alguno de esos momentos, porque los vivimos personalmente o los conocemos demasiado. Contar los días, buscar la sangre, usar una aguja de tejer o una percha (símbolos de la clandestinidad), exponernos a cualquier situación peligrosa con tal de solucionar un problema. Y el problema no es el embarazo en sí sino todo lo que lo rodea: el destino, el mandato o el decreto de que la decisión no es nuestra. 

Ana no duerme

En una página de El acontecimiento, Ernaux escribe que la ley “cae en la paradoja de obligar a las víctimas a callarse porque ‘todo aquello se acabó’, haciendo que lo que sucedió continúe bajo el mismo silencio de entonces”. En el mismo párrafo cuenta que puede “afrontar el acontecimiento inolvidable porque “ya no pesa ninguna prohibición sobre el aborto”. Seguramente en el año 2000 (cuando se publicó originalmente) parecían muy lejanos los retrocesos que hoy se ven en varios países. La prohibición todavía pesa en muchas partes del mundo. E incluso cuando se reconoce el derecho a interrumpir un embarazo de forma voluntaria no significa que la criminalización haya sido derribada.

Ana estuvo presa ocho meses en la comisaría de la Mujer de la localidad correntina de Esquina. Tiene 30 años y dos hijos. Ana los cría sola y cuando la detuvieron quedaron a cargo de su mamá. En noviembre de 2021 sufrió una emergencia obstétrica en su casa. La médica forense confirmó que el feto había nacido muerto. Nada de eso importó, Ana fue acusada de homicidio doblemente agravado por el vínculo

El 5 de agosto, el tribunal oral de Goya (Corrientes) la absolvió porque consideró que las pruebas no fueron suficientes para sostener la acusación. A Ana la condenaron por lo mismo que condenan a la mayoría de las mujeres criminalizadas por eventos obstétricos: ser pobre. Esto no lo digo yo, lo dice el informe La criminalización por aborto y otros eventos obstétricos en la Argentina: “la mayoría de las mujeres criminalizadas pertenece a sectores sociales vulnerables: no tiene trabajo remunerado, tiene un bajo nivel de instrucción formal y vive en condiciones habitacionales precarias. Son menores de 30 años y muchas tienen une o más hijes”.

La persecución penal de las mujeres y personas con capacidad de gestar tiene números concretos: entre 2012 y 2020 se registraron 1532 causas por aborto y 37 por eventos obstétricos. Surgen de la investigación realizada por la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, el Centro de Estudios Legales y Sociales y el Centro Universitario San Martín. De esas personas, la comisión “Libres las queremos” calcula que un tercio están privadas de su libertad. En Corrientes, detectaron al menos otras cinco causas, tres mujeres están detenidas y dos con prisión domiciliaria. 

Perseguidas igual

¿Por qué siguen existiendo estas causas? Hay una explicación legal. Natalia Saralegui, abogada y coatura de Dicen que tuve un bebé (Siglo XXI), dice que “al haber utilizado tipos penales distintos, en las causas que ya están abiertas no opera la extinción de ese delito, sino que hay que pensar estrategias judiciales que permitan la revisión de esas condenas e, incluso, la reparación a esas mujeres que hoy siguen en prisión injustamente”. 

Hay una explicación política. Rosana Fanjul es referente de la comisión “Libres las queremos” de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito. Dice que cuando entró en vigencia la ley 27.610 de Interrupción Voluntaria del Embarazo en enero de 2021, “el Estado tendría que haberse ocupado de revisar esas causas”. “Desde la Campaña le transmitimos (al gobierno nacional) la información recolectada en el informe, pero no se accionó”, “tuvimos reuniones, pero actuaciones concretas, ninguna”. Las reuniones fueron publicitadas por ministerios y secretarías pero las causas se mantuvieron y las presas siguieron presas. Las que fueron liberadas, como Ana, son el resultado de la acción de abogadas, colectivos feministas y de derechos humanos. Pero acá también el Estado es responsable, como explica Fanjul, “no somos paraestatales y el Estado debe tomar la responsabilidad y garantizar los derechos de las personas”.

La explicación de fondo es un “es más complejo”. La legalización es una conquista importante y facilita el acceso a soluciones de un problema de salud pública y de derechos pero no puede borrar por sí misma la criminalización. Aquello que se considera un crimen no se construye solamente en los juzgados y los códigos penales, se alimenta de prejuicios y desigualdades que no se disuelven cuando se promulga una ley. 

Es un entramado de mandatos y discursos el que coloca a esas mujeres en el banquillo de las acusadas. “Aquellas que no cumplen con las expectativas respecto de las características que debe tener tanto una imputada como una víctima de violencia se ven expuestas a procesos penales en los que se les exige explicaciones sobre su manera de actuar (o de por qué no actuaron de una manera distinta, ajustada a lo que se espera de una buena madre o mujer). A las mujeres en conflicto con la ley penal en general, y con estos delitos en particular, se las suele considerar desaprensivas con respecto al futuro de sus hijes: se considera que son un ‘factor de riesgo’, tienen una ‘personalidad’ perjudicial o que significan un ‘peligro moral’”.

A la criminalización se suman el pobre acceso a la salud y la información, aun cuando existen leyes como la de Salud Sexual y Reproductiva (2002) o de Educación Sexual Integral (2006), y el virtualmente nulo acceso a la justicia. La cadena de desigualdades sociales y económicas perpetúan un escenario imposible de reformar con leyes y resoluciones. De ahí el papel vital de movimientos sociales y políticos como los feminismos y la movilización de las mujeres y otros sectores oprimidos. No hay evolución gradual. En la banda sonora de la marea que explotó en 2018 sonaba en loop “Abajo el patriarcado que va a caer”, pero en el fondo sabíamos y sabemos que nada se cae solo, que tenemos que tirarlo.  

Vampiros, un congreso imaginario y la sangre

“Quien quiera llamarla una serie puede hacerlo; quien lo desee, puede llamarla una película”. Esto lo dice Olivier Assayas, director de Irma Vep, una serie de ocho episodios de 2022 (HBO) y una película de 1996. Ambas hablan del serial cinematográfico Les vampires de 1915. Assayas no hizo una remake, es algo nuevo que combina sus versiones previas. La actriz sueca Alicia Vikander interpreta a Mira, la Musidora que se transformó en estrella en 1915, pero ella está escapando de las películas de superhéroes. La serie sí navega en el rodaje de la remake del original Les Vampires. Pero cuenta sobre todo las tensiones del mundo audiovisual, donde la vorágine mercantilizadora choca con las historias y la creatividad que (con sus propios problemas) mantienen vivo al cine.

“El reciente Congreso Internacional ha evidenciado una vez más cuán esencial resulta que intentemos aprender un idioma diferente al nuestro, y especialmente cuán esencial es que intentemos comprender los métodos generales de procedimiento y debates en otros países (...) sostendremos reuniones y congresos imaginarios”. Este es un fragmento de ¡Siempre adelante!, la compilación de cartas y textos inéditos en castellano de Eleanor Marx, que acaba de editar Banda propia. Y es una de las tantas aventuras de Tussy, Ellie o la fogonera, que era la hija de Marx, pero también era la militante socialista, la organizadora sindical, la traductora, la oradora y la amante del teatro y la literatura. En la presentación del libro, el traductor e investigador Angelo Narváez León contó cómo fue adentrarse en los archivos de una Eleanor multifacética, la que tradujo a Gustave Flaubert y la que militaba en los barrios obreros.

“Toda madre es una madre soltera” es algo que dicen mujeres muy diferentes en la serie Better Things (Star+), creada y protagonizada por Pamela Adlon. Sam es una actriz de Hollywood, pero no es una celebridad. Hace castings, participa en películas y trabaja como actriz de doblaje. Está divorciada, vive con sus tres hijas y demasiado cerca de su madre. Las cuatro temporadas se enlazan con el documental en el que trabaja durante los ratos robados a todo lo demás: ¿qué significaron tu primera y última menstruación? Better Things habla de muchas cosas que pasan en su vida, la de sus hijas y sus amigas: la maternidad, el trabajo, la menopausia, el sexo, el amor y, a veces, la soledad. 

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