1/10/24

El futuro es femenino


 

Ninguna remera con la leyenda “El futuro es femenino” podría haber imaginado el ¿futuro? ¿distópico? que ordena la acción en Parlamento (el nuevo experimento teatral de Piel de lava de Pilar Gamboa, Elisa Carricajo, Laura Paredes y Valeria Correa). Un grupo de diputadas intenta sesionar en un parlamento global que orbita alrededor de un mundo en llamas. La presidenta de la cámara hace esfuerzos increíbles por hacer cumplir el reglamento de una democracia que ya no convence mucho a nadie (sospechamos, a veces, tampoco a ella): una diputada con acento caribeño habla a los gritos hasta ser expulsada, otra arroja frases en portuñol mientras se prepara para asumir su banca y la tercera, que adivinamos italiana, solo parece estar interesada en la restauración arquitectónica (y de algunas cosas más).

Parlamento no es documental, no es un biodrama, pero las referencias a las nuevas derechas son ineludibles. Imposible no ver algo de Giorgia Meloni, escuchar una versión femenina de Jair Bolsonaro o sentir algo de Nayib Bukele. Los ecos del Vox español, de los Fratelli d’Italia, las guerras culturales, todo está ahí de alguna manera. Pilar Gamboa (que interpreta a la presidenta) dice en una entrevista que lo más curioso es que “se está quemando el mundo pero ellas no hablan de eso, cada una habla de otra cosa. ¿Creen que hablan de que se está quemando el mundo o no? ¿Cómo se actúa eso? Ellas no hablan de eso pero creen que sí y ahí hay una posibilidad de acercamiento con esos cuerpos, si no sería puro cinismo”. Creo que en algo de ese enfoque está lo interesante que se ve en Parlamento y los mecanismos de una democracia que deja entrever fallas de sistema mucho más graves que los problemas técnicos de la transmisión. 

En el escenario, la presidenta se desvive por mantener el orden y mostrar que a las instituciones les importa lo que pasa en ese mundo que arde. La sesión se interrumpe cada tanto para que las diputadas graben spots con mensajes para la tierra en llamas (nunca sabemos qué recepción tiene la transmisión ni los spots). No importa cuán ridícula parezca la tarea, siempre se completa: las ceremonias, los himnos y los símbolos de un mundo global, todo quiere apuntalar los cimientos de un edificio que no está tan firme como parece. Un detalle alucinante es que todo se sostiene en el trabajo de los croma, personas enfundadas en uniformes verdes que nadie ve en las transmisiones porque son editadas digitalmente. No sé si habrá forma más efectiva para hablar de la invisibilización del trabajo humano que sostiene todo lo que aparece como virtual, inteligente y artificial. 

La distopía realista de nuestra realidad distópica

Hace algunos años hubiera sido complicado explicar la combinación de partidos que se alimentan de la reacción patriarcal y el antifeminismo con la presencia cada vez más fuerte de mujeres en los liderazgos de las derechas (nuevas, viejas y extremas). De hecho, varias de ellas reivindican a su modo la igualdad heredada del feminismo sin abandonar su retórica conservadora. Suena antipático decirlo hoy, pero que esa combinación sea siquiera posible tiene algo que ver con el recorrido de los feminismos en el neoliberalismo, especialmente aquellos sectores que se integraron a gobiernos, organismos, instituciones y hasta a empresas (algo que hasta hace algunos años era una crítica casi exclusiva de las corrientes socialistas y de izquierda). 

En el capítulo 2024, las mujeres (como en Parlamento) lideran, por ejemplo, las principales posiciones de la Unión Europea como Roberta Metsola en el Parlamento o Ursula von der Leyen en la Comisión Europea. Ambas funcionarias fueron reelegidas en medio del avance de la extrema derecha en el continente y su presencia no funcionó como escollera para frenar la ola. La presidencia de von der Leyen conjuga algunas de las contradicciones de esta época: por un lado, presiona a los países miembros para que cumplan con la paridad de género en la Comisión y, por otro, empuja una agenda de rearme militar, seguridad y reforzamiento de las fronteras contra la migración (lejos del sueño pandémico sobre las cualidadesfemeninas en el poder). 

En Argentina, el gobierno de Milei sueña con respirar esos aires pero por ahora tiene que conformarse con su pequeña cruzada local y un poco de ruido a guerra cultural contra la Agenda 2030 de las Naciones Unidas (que abarca algunos temas relacionados con desigualdad, ambiente y género pero está lejos del fantasma que acosa los sueños del presidente). Para esto último, el gobierno reclutó a Úrsula Bassetcomo jefa de Gabinete de Cancillería, militante contra la educación sexual integral, el matrimonio igualitario y por supuesto, el derecho al aborto. Junto al nuevo secretario de Culto, Nahuel Sotelo (con quien comparten también el negacionismo climático), garantizan el blindaje conservador de la política exterior argentina. 

Julio Verne, la obsesión productiva y la libertad

Cuando abrí Los últimos días de Julio Verne (V&R Editoras) de Sergio Olguín no esperaba leer al escritor decirle a su hijo Michel “tenés que deshacerte de un cadáver”. Entre las cosas que más me gustaron (además de lo obvio: si hay un cadáver, estoy) es que cualquier sinopsis se queda corta: podría decir que es un policial, una novela sobre el crepúsculo de Verne, sobre la relación entre un padre y un hijo, sobre el doctor Zambaco y sus abusos o, mi favorita, sobre Leyla y las mujeres que resisten el destino de víctimas eternas. Pero hay mucho más. Hace unas semanas, en una charla sobre la novela en la Feria del libro de Rosario, aparecieron la construcción de la París de fines del siglo XIX a base de guías turísticas de la época, las lecturas de historias de la vida privada o el marketing de Mariani con la foto del Papa León XIII, consumidor de su producto estrella, el vino con cocaína (y no me meto con la voz rioplatense, que es un temazo en sí mismo). No sigo para no abrumar, pero me quedé con la idea de que el oficio de escritor tiene algo de minero o de esos buscadores de oro en un río en la California del siglo XIX que se pasaban horas separando piedras y tierra hasta que aparecía una pepita de oro. 

Si lo tuyo son las series o no querés quedarte afuera de la conversación del momento, para sorpresa de nadie hablé sobre Envidiosa en nuestro programa de radio El Círculo Rojo. Más allá de los gustos personales, creo que la serie abrió varias conversaciones acerca de cómo se reciclan estereotipos y mandatos como el matrimonio y la maternidad en la era del empoderamiento femenino y el girl power. A mí me interesó algo que quizás está un poquito al margen en la historia y naturalizamos de nuestro lado de la pantalla: ¿las relaciones interpersonales tienen que ser productivas?

Hace unos días la imprenta Madygraf conseguía la media sanción para su proyecto de expropiación, casi como un recordatorio de la década de lucha que iniciaron sus trabajadores y trabajadoras en 2014 (en realidad antes). Justo a fines de agosto había salido Trincheras de libertad. Una crónica obrera (Ediciones IPS) de Jimena Gale y Eduardo Ayala. Como adelanta el subtítulo “crónica obrera”, lo más interesante de este libro es que está escrito por sus protagonistas. Me gustó mucho que rescaten la prehistoria, cuando los trabajadores peleaban una guerra de posiciones por el poder dentro de la empresa, disputaban territorios políticos, económicos, ideológico, y asumían batallas difíciles como enfrentarse a los prejuicios de los propios (xenofobia, machismo y hasta transfobia), que terminaron soldando lazos difíciles de corroer. En sus páginas también pueden leerse los pasos de la Comisión de Mujeres (una institución que para mí merece su propio libro, y a su modo ellas ya lo escribieron, rescatando tradiciones del pasado, peleando luchas del presente y pensando ideas del futuro). En ese 2014, por vueltas de la vida visité la planta con la historiadora estadounidense Wendy Z. Goldman, que había venido a presentar su libro La mujer, el Estado y la Revolución a Argentina. Cuando volvió a su país, lo primero que hizo fue escribir sobre esa imprenta donde, cuenta, escuchó “la música más dulce e intoxicante en todo el mundo”. 

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