15/10/24

La cartera de la dama


 

Mientras cerraba esta entrega se multiplicaban las tomas de universidades en todo el país. Si el presidente pensaba clausurar el debate con provocaciones y mentiras se equivocó. Habrá ganado la discusión en el Congreso con la ayuda de la oposición más oficialista del mundo, pero no en la calle (menos en las facultades, aunque los fundamentalistas de la institucionalidad tiren máximas para esperar a 2025). En la Universidad Nacional de José C.Paz, Male le respondió al presidente: “en esta universidad el 80 % somos primera generación [universitaria] y lo decimos con orgullo”. Julián de la Universidad del Centro en Tandil, que es el primero de su familia en terminar el secundario y está cerca de terminar su carrera universitaria, también lo desmintió. 

Si viajás en transporte público es muy fácil reconocer al estudiante que ese día después del trabajo va a ir corriendo a la facultad. O a la estudiante que va leyendo una fotocopia mientras cabecea porque cuando llegue va a tener que preparar la comida, inventar un disfraz o completar la tarea de su hija o su hermano. El tamaño de su mochila, de su cartera, la bolsa con un tupper y el mate, todo habla del tiempo que va a estar fuera de casa. Nada más lejos de “los hijos de la clase alta y los ricos, la clase media alta”. 

El poder de la cartera

Dicen que las personas ricas o importantes no llevan cosas en las manos porque siempre alguien las lleva por ellas; rara vez usan mochila o cartera. En la temporada final de Succession, Tom Wambsgans (marido de Shiv) comenta con desprecio el tamaño “ridículamente grande” (sic) de la cartera de la mujer que acompaña a Greg en una fiesta de la familia Roy. Una periodista de moda hizo un resumen interesante: “el exceso de equipaje es un indicio de todo lo que le falta (...) Bridget vive en un mundo en el que tiene que arrastrar sus pertenencias. Los Roy simplemente se deslizan”.

Hace unos días leí que la última mujer poderosa que usó cartera fue la ex primera ministra británica Margaret Thatcher. Le gustaban las carteras Launer, igual que a la reina Elizabeth II. Usaba traje de chaqueta y falda monocolor, emulando el traje masculino, incluso antes de pisar la casa de gobierno. Su imagen se completaba con las blusas pussy bow y el collar de perlas. La Launer que Thatcher llevaba colgada de su muñeca tenía dos mensajes: feminidad (la acercaba a muchas mujeres y, a la vez, la diferenciaba de las feministas) y poder (simbolizaba su presencia, a veces hasta su voz). Asistentes y asesores dijeron en varias oportunidades que era un “arma”. Cuando un funcionario hacía o decía algo con lo que ella no estaba de acuerdo, la apoyaba sobre la mesa y no hacía falta preguntar nada más. Llegó a acuñarse el término handbagging (por handbag, cartera en inglés), que significa tratar a alguien de forma ruda o insensible, por el poder que tenía esa pequeña cartera. 

Los dueños de Launer terminaron de conquistar a Thatcher cuando le enviaron una de regalo (ella ya tenía varias) acompañada de una tira cómica donde aparecía golpeando a Argentina con su cartera, en referencia a la guerra de las Islas Malvinas. Así soldaron una sociedad que siguió incluso después de la muerte de la ex primera ministra en 2013, cuando se dispararon las ventas del icónico accesorio.

Era tan importante que llegó a hablarse de ella en reuniones internacionales y hasta se dijo que el Reino Unido había pasado de la “diplomacia del cañonero” a la “diplomacia de la cartera”. Cuentan que el exministro Nicholas Ridley dijo en una reunión que podían empezar aunque la mandataria no estuviera porque la cartera estaba presente. En una entrevista, Thatcher dijo que su cartera era el único lugar seguro y privado (incluso a prueba de filtraciones) de toda la casa de gobierno. 

¡Tiene bolsillos!

Hablando de lugares privados, hasta el siglo XVII, existía una especie de bolsillos que se ataban a la cintura y como la ropa tenía muchas capas se colocaban discretamente entre ellas. Eran muy populares, no solo por su utilidad sino por la privacidad que proporcionaban, especialmente a las mujeres. 

Con esos bolsillos podías moverte con libertad sin que nadie supiera cuándo estabas saliendo de tu casa, adónde ibas, si volvías en quince minutos o tres horas. Y, lo más importante, la mayoría vivía en casas en las que todo era compartido con el grupo familiar, muchas veces los bolsillos eran el único lugar “privado” que tenías

Entre finales del siglo XVII y comienzos del siglo XVIII se instaló la moda de los vestidos que destacaban la silueta de las mujeres o refinan su apariencia. Quedaron atrás las capas y los bolsillos que nadie veía. Durante algún tiempo se usó sobre el vestido una especie de mini cartera de tela colgante bastante inútil. Algunas historiadoras compararon la involución del tamaño de los bolsillos en la ropa femenina con la participación de las mujeres en las decisiones económicas de las sociedades patriarcales: nula o casi nula. 

Una guerra

Con la Segunda Guerra mundial y la entrada de las mujeres a lugares de trabajo antes 100 % masculinos, la vestimenta femenina ya no podía limitarse a lo ornamental (aunque esto seguirá presente hasta la actualidad). El siglo XX trajo los pantalones que hoy llamamos unisex y sobre todo la Segunda Guerra instaló el uso del jean y los pantalones de tela resistente: esas dos prendas tenían bolsillos amplios, porque su diseño original era masculino, es decir, estaban pensadas para personas cuya vida transcurría fuera del hogar.

Pero la segunda posguerra significó además la vuelta de las mujeres a lo doméstico, acompañada de un despliegue publicitario y cultural que “ayudó” a ese regreso obligado (recordando las glorias de ser amas de casa y madres tiempo completo, con cocinas y electrodomésticos nuevos pero el trabajo gratuito de siempre). La ropa acompañó esa tendencia y aunque los pantalones habían llegado para quedarse, aparecieron diseños “para mujeres” y “para hombres”. Los que estaban diseñados para las mujeres tenían bolsillos más pequeños porque se encontraban en las partes del cuerpo que tenían que ser estilizadas.

Después de un paréntesis durante los años 1960 y 1970, cuando se impuso la ropa masculina entre las mujeres (pantalones de traje, jean y overoles), hacia la década de 1980 se instaló la ropa femenina y un accesorio que iba a quedarse durante mucho tiempo: la cartera. La vida fuera del hogar ya no era negociable y la doble jornada laboral de las mujeres incluía cargar con todo lo necesario. Desde ese momento si te fijás, cuanto más larga es la jornada fuera de casa, más grande es la cartera.

En la actualidad existe una gran variedad de diseños y el mercado tiene incluso una etiqueta “sin género”. Sin embargo, hasta hoy los bolsillos de ropa “para mujeres” miden la mitad de uno “para hombres”. No hace falta aclarar que este no es ni de lejos el problema más importante que tenemos, pero son pequeños recordatorios de que esta sociedad está organizada para la minoría que se desliza mientras la mayoría arrastra sus pertenencias durante una jornada laboral interminable. Y eso se nota hasta en el tamaño de tus bolsillos y tu cartera.

El encuentro y el algoritmo

El fin de semana pasado se realizó el 37 Encuentro Plurinacional de Mujeres y Diversidad Sexual en Jujuy. Los debates políticos nacionales tuvieron su traducción en los talleres, las asambleas y la movilización (esta historia se repite desde el principio). Cada encuentro tiene a sus protagonistas, esas que se reconocen entre ellas en el mar de talleres porque tienen sus propios debates y contraseñas y esta vez no fue la excepción. Aunque muchas toman una facultad por primera vez, es cierto lo que dijo Mica de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires: “Nuestra generación entró a la universidad y no hubo un proceso de lucha en defensa de la universidad pública, pero nosotras, las pibas, somos las mismas que [en 2018] en los colegios secundarios incomodamos, discutimos política y nos organizamos en defensa del aborto legal, sacamos conclusiones políticas muy valiosas y hoy somos las mismas que estamos tomando las universidades, y demostrando que pelear sirve (...) se puede discutir y rosquear en el Congreso pero se conquista en las calles”. 

Me despido con un aviso parroquial: estrenamos nueva temporada de Fuera del algoritmo, un programa que hacemos con Ariane Díaz. Hablamos de literatura, cine y series y tratamos de escaparnos un rato de la tiranía del algoritmo. En este episodio hablamos de Il sol dell’avvenire, acá le pusieron Lo mejor está por venir (a nosotras no nos gustó esta traducción), de Nanni Moretti y el soft power cultural de Corea del Sur. ¿Nada que ver? Miralo acá y me decís. 

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