8/5/25

La zurda que diseñó tu cocina

 


En la última temporada de la serie Succession, el candidato conservador a la presidencia, Jeryd Mencken, llama “kinder, küche, kirche” a Shiv, la única mujer entre los herederos del magnate Logan Roy. En castellano significa “bebés, cocina, iglesia”; es un viejo eslogan alemán que resume el lugar de las mujeres en la sociedad. La feminista española Victoria Sau Sánchez escribe en su Diccionario feminista ideológico que era un  “llamamiento a las mujeres en la Alemania de entreguerras para que volvieran a formas tradicionales de vida y abandonaran los lugares que habían conseguido en la sociedad. La frase se debe a Bismark, y en España, para que fueran tres C, se dijo, casa, cocina, calceta. Maternidad, religión y tareas domésticas, éste es el sentido de ‘las tres K’”. 

Aunque hoy esa idea no sea utilizada directamente como herramienta de propaganda oficial, resuena en discursos neoconservadores que apelan a la nostalgia de un “pasado mejor” en el que la brecha de desigualdad entre los géneros era mucho más grande o, dicho de otra forma, el cuestionamiento a los roles tradicionales de género era marginal. Algo de esto puede verse en la celebración de la esposa tradicional (que animó muchos debates a través de la tendencia tradwife en redes sociales). 

Bebés. La “K” más activa hoy en la conversación pública es la que se traduce en la obsesión natalista. Magnates, funcionarios y soldados rasos de diferentes oficialismos alrededor del mundo reproducen alertas sobre una crisis demográfica y coquetean con discursos como la “teoría del gran reemplazo” (que no es otra cosa que un planteo racista, obra del francés Renaud Camus). La idea escaló tanto que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, dijo que no descarta incentivos económicos para aumentar la tasa de natalidad (blanca y nativa, porque los grupos pronatalistas que festejan estas medidas se cruzan demasiado con políticas xenófobas y racistas). La socióloga española Sara Lafuente Fuentes lo explica muy bien: “el discurso de la natalidad está claramente atravesado por un eje fundamentalmente racista, en el que un tipo concreto de criaturas son buscadas, deseadas y se anima a tenerlas —en teoría— y otro tipo no son bienvenidas y se las expulsa”. 

Cocina. Hace más o menos un siglo, el arquitecto alemán Ernst May llamó a su colega austríaca Margarete Schütte-Lihotzky para que diseñe las cocinas del complejo habitacional que estaba construyendo en Frankfurt para paliar la escasez de viviendas en Alemania después de la guerra. En 1926, ya se construían las primeras “cocinas de Frankfurt” en las que Schütte-Lihotzky volcó sus ideas para hacer el trabajo doméstico menos pesado para las mujeres, que son hasta hoy las que más horas dedican a las tareas no remuneradas en los hogares. 

Grete emuló algo del taylorismo de las fábricas y diseñó un espacio para realizar diferentes tareas desplazándose apenas unos pasos, superficies fáciles de limpiar y muebles funcionales (usaron el color azul porque habían observado que las moscas tendían a posarse menos en superficies de ese color). Es la típica cocina de departamento, que se prolonga en forma horizontal para aprovechar un espacio angosto (ella se inspiró en la cocina de un tren). 

Grete nació en 1897, literalmente la época de kinder, küche, kirche pero toda su vida fue un desandar ese camino. Fue la primera arquitecta de Austria; cuando terminó la universidad se entusiasmó con el gobierno socialista de la ciudad de Viena (conocida como la Viena roja) y se afilió al Partido Obrero Socialdemócrata. Antifascista convencida, se unió al Partido Comunista y la única vez que interrumpió su actividad fue durante el periodo que pasó en la cárcel por participar de la resistencia contra los nazis. Fue comunista hasta su muerte en el 2000, un poco antes de cumplir 103 años. En su libro Memories From the Resistance (Memorias de la resistencia) menciona algunas críticas feministas a la “cocina de Frankfurt”, sobre todo porque era una habitación separada. Sobre esto, me pareció interesante algo que dice la historiadora Claudia Kreklau: “aunque las críticas a la domesticidad sexista son muy necesarias (...) omiten que la arquitecta intentó apuntalar la difícil vida cotidiana de las mujeres trabajadoras cuyo contexto económico y político no podía cambiar [ella en ese momento]”. Creo que es más interesante la discusión que cuenta que existió durante la planificación: ¿era mejor una cocina por departamento o cocinas comunales? 

Como muchas mujeres, chocó con los prejuicios de su época (que son un poco los de la nuestra) y cuando se hizo famoso su proyecto, ella sabía que venía como anillo al dedo que la diseñadora de una cocina fuese una mujer pero aclaró que antes de hacerlo “nunca había cocinado. Diseñé la cocina como arquitecta, no como ama de casa”, “mi trabajo se basaba en la idea de las mujeres que trabajaban no en cocinar en sí mismo”. Me gustó además esta idea de Grete sobre la independencia femenina: “estaba convencida de que la independencia económica y la autorrealización de las mujeres sería un bien común, y por lo tanto una mayor racionalización del trabajo doméstico era un imperativo”. Su propia versión de que la independencia no podía ser un logro aislado o individual, mucho menos entre las mujeres de las clases medias y trabajadoras, para quienes se duplicaba la jornada dentro y fuera de la casa. 

Iglesia. Por estas horas, se elige (¿habrá habido humo blanco para cuando leas esto?) el nuevo líder de la Iglesia católica. La muerte del Papa Francisco provocó muchos análisis sobre la gravitación política y social de Jorge Bergoglio, el Vaticano y la Iglesia. Entre esos debates lo que más me interesa es la relación entre religión y política, en un mundo más descorazonado que nunca. De eso va este artículo de Fernando Rosso. Y si digo iglesia, hoy me cuesta evitar la imagen del Rengo y Rita compartiendo un cigarrillo mientras crece el fuego y suena la voz de Mercedes Sosa cantando “Credo” de Misa criolla? (¿Hay algún rincón donde no se hable de El eternauta?)

La zurda, media Verónica y una mafiosa adolescente 

Hablando de zurdas, Myriam Bregman presenta su libro Zurda el domingo 11 de mayo a las 19 hs en la sala José Hernández de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires con Alejandro Bercovich y el escritor Guillermo Martínez. En la tapa se lee “apuntes contra la resignación, la mansedumbre y el conformismo”. Cuando quieren hacerte creer que solo existe la derecha y hay tantos queriendo apagar el fuego antes de que se encienda, no se me ocurre un libro más actual. 

Media Verónica (Alfaguara) es el quinto volumen de la saga de Verónica Rosenthal del escritor argentino Sergio Olguín. Verónica vuelve a mezclarse en el tiempo entre una actualidad nebulosa y los años ‘70 argentinos, los amores de ayer, los de hoy y los de siempre. Las formas del amor son protagonistas, esas sobre las que Jane Austen escribió que “hay tantas como momentos en el tiempo”. Algo que me encantó de esta entrega: los libros dentro del libro. Estoy para leer El feminismo como práctica de la libertad y El poder no cambia de manos, “un ensayo que analiza cómo las conquistas feministas no llegan a mellar el poder real, que es básicamente masculino” (si fuera a la charla de Valeria Moreno en la Feria del Libro, agregaría algún matiz sobre las clases sociales, creo que ella estaría de acuerdo). Me gustaron también los cameos literarios: Cumbres borrascosas de Emily Brontë, La campana de cristal de Sylvia Plath, Octubre rojo en Asturias y hasta una compilación de cuentos de la intrépida Dorothy Parker. Casi al final hay un “ajuste de cuentas” íntimo, Verónica nunca leyó a Maigret, el detective de George Simenon.

Bang Bang Baby es una especie de coming of age de Alice (se dice Aliche) que  crece en la Italia de los años 1980. La de Alice es una familia complicada, su conexión con la mafia es un detalle. La miniserie es algo más que una Tony Soprano en ciernes con ropitas lindas o un personaje escapado de Las buenas madres, es una historia inundada por la grieta norte-sur, la presencia ineludible de los otros (las mujeres, los pobres, las trans), la magia y la religión peleando como dos viejas contrincantes, todo iluminado por el imperio de la televisión. Uno de los momentos más lindos: las obreras ocupan una fábrica textil, ahí trabaja Gabriella, y por algo que no voy a spoilear, también están Alice (su hija) y Lina (su exsuegra). Las obreras por su lado, la vieja matriarca de la mafia y ¿la heredera? por el otro. Juntas pero cada una en su historia, todas tomando el destino en sus manos. Se ven Amazon Prime y por ahí.

No hay comentarios.: