31/1/25

Esto es una emergencia

 


El sábado 1 de febrero en muchas ciudades de Argentina habrá manifestaciones. Los llamados a marchar se multiplicaron después de la asamblea en el parque Lezama de la ciudad de Buenos Aires en repudio a los discursos de odio oficiales contra las mujeres y las personas LGBTIQ+ y la amenaza a derechos conquistados (además del intento de eliminar la figura de femicidio del Código Penal, un retroceso en décadas de debates). Desde que se conoció la convocatoria creció la solidaridad y en las marchas del sábado pueden confluir además luchas como la del hospital Bonaparte, contra los despidos en el sector público (con especial saña en los sitios de memoria y áreas relacionadas con la violencia machista) o los despidos discriminatorios en empresas como Shell o Pilkington. 

Como en otro momento fueron las movilizaciones contra los femicidios, la violencia contra las mujeres y la desigualdad, marchas como las del 1F pueden ser canal de expresión también de descontento con las políticas de ajuste, salarios bajos y malas condiciones laborales. Algo de eso se vio entre los años 2015 y 2020 cuando movilizaciones como el 8M dejaban de ser fechas del calendario feminista para masificarse, se multiplicaban protestas como los lunes negros de Polonia, el movimiento por el derecho al aborto en varios países latinoamericanos (empezando por Argentina) y, en general, el resurgimiento de la movilización y los debates feministas en el Estado español, Francia, el Reino Unido y Estados Unidos, entre otros, con diferente derivas. Acompañar las marchas feministas contra la violencia o contra la discriminación se transformó en una forma de expresar la propia insatisfacción con la desigualdad creciente en las democracias capitalistas.

Las guerras y las palabras

La primera entrega de 2024 de esta newsletter decía: “el gobierno de Javier Milei apuntó contra nuestro movimiento y emprendió dos guerras. Una es económica y somos parte de un blanco masivo: salarios licuados por la inflación, aumentos de tarifas y recortes de programas sociales (somos la mayoría de los sectores afectados porque las mujeres somos demasiadas entre las personas pobres, el trabajo informal y las jubilaciones mínimas). La otra es cultural y política, quieren convencer a la población de que su vida es peor porque se eliminó la criminalización del aborto, porque no es legal discriminar a alguien por su identidad o su sexualidad. La clave del éxito de esas guerras es mantenerlas separadas, por eso unirlas es más importante que nunca”.

En ese momento, se acercaba el 8M y este sábado tenemos una nueva oportunidad para unir luchas que se codean todos los días en la calle y muchas veces se unen intuitivamente y sin esperar autorización de las dirigencias. Porque aunque quieran construirlo con miedos y prejuicios, no existe ningún muro entre la lucha contra los despidos de empleadas y empleados públicos, en Shell, en Pilkington y la bronca con la discriminación, el desprecio y el odio amplificado por el presidente y sus funcionarios. Es muy probable que el sábado levantes la vista en la marcha y veas a mucha gente más parecida a vos de lo que quieren que pienses. Voy a estar en la columna de Pan y Rosas, espero que nos veamos por ahí.

Apuesto a que en las marchas aparecerá más de una pancarta con la cara de María Elena Walsh, el 1 de febrero es su cumpleaños. En el texto inédito que introduce El feminismo (Alfaguara, 2024), María Elena escribe que el feminismo es una respuesta al odio. También que es “pretender reinar no sobre los hombres, sino sobre nuestros propios cuerpos y destinos”. Esa frase me recordó a algo que escribió muchísimo tiempo antes (en 1792) la pionera del feminismo Mary Wollstonecraft en Vindicación de los derechos de la mujer: “no deseo que [las mujeres] tengan poder sobre los hombres, sino sobre sí mismas”. Que hayan escrito algo tan parecido no es una casualidad, es la continuidad de la lucha contra la opresión, por la igualdad y la libertad.

Los autoetiquetados liberales-libertarios pueden rezarle a “la igualdad ante la ley ya existe en Occidente” todas las noches pero eso no impide que la vida real desmienta esa igualdad todos los días. Las batallas culturales de las que abusa el presidente lo llevan a repetir fórmulas predigeridas de las derechas de otras latitudes, pensando más en Donald Trump y Elon Musk que en las preocupaciones de la mayoría hoy en Argentina. En general, discursos como el de Davos son material para consumo interno, una arenga a los propios, pero puede fallar.

Los días que siguieron al discurso de Davos, todas las voces oficiales quisieron explicar lo inexplicable, quisieron decir que el presidente no dijo lo que dijo, pero una simple palabra, escribió también María Elena Walsh, puede terminar en quema de brujas y por eso es importante señalar y combatir la misoginia. Creo que no se opondría a sumar la homofobia, otros discursos de odio y políticas discriminatorias porque para ella el feminismo también era querer “cambiar radicalmente una sociedad basada en la violencia, la explotación y la represión”.

 

10/12/24

Entre villancicos y guillotinas

 



Desde el día cero, el gobierno de Javier Milei emprendió dos guerras. Una es económica y somos parte de un blanco masivo: licuación de jubilaciones y salarios vía inflación, aumento de tarifas y recorte de programas sociales. La otra es cultural (es política): convencer a la población de que su vida es peor porque se eliminó la criminalización del aborto, porque no es legal discriminar a alguien por su identidad o su sexualidad. En la primera, las mujeres somos mayoría entre los sectores afectados porque siempre estuvimos sobrerrepresentadas entre las personas pobres, el trabajo informal y las jubilaciones mínimas. En la segunda, el movimiento feminista, con su heterogeneidad y tensiones propias, fue el blanco predilecto.

Cuando empezó 2024, en un debate en la universidad de La Plata sobre las nuevas derechas y el antifeminismo, alguien preguntó de dónde habían salido tantos reaccionarios, si había tenido lugar una “revolución conservadora”. En ese momento, respondí que me parecía 50 % reacción patriarcal (algo frecuente después de un periodo de movilización, como en Argentina desde 2015) y 50 % periodistas, referentes políticos e influencers con ganas de decir cosas reaccionarias hace tiempo. A veces dudo del porcentaje, sobre todo cuando se pregunta específicamente por los temas favoritos de la “batalla cultural” y se puede ver que para mucha gente un voto no equivale a apoyar la eliminación de derechos y postulados reaccionarios. Algo de eso se ve en el último estudio de Zuban Córdoba: la mayoría (y eso incluye a los y las votantes de Milei) se opone a derogar el derecho al aborto legal, la ley de matrimonio igualitario o la ley de identidad de género. Y no es una excepción argentina, algo similar pasó en las elecciones de Estados Unidos que le dieron la llave de la Casa Blanca a Donald Trump.

Del lado oficialista, la batalla cultural tiene un lugar claro: moviliza a los propios y muestra al gobierno con iniciativa. Del otro lado, las cosas son más complejas: hay tantos detractores (“las feministas se pasaron tres pueblos”) como antes dispuestos a explotar la agenda, el lenguaje y los símbolos feministas. Los sectores que resisten, que resistimos, sostenemos la legitimidad de la lucha contra la opresión (que no está por definición a la sombra de ninguna agenda económica mayoritaria, más bien es parte de, salvo para algunos sommeliers de urgencias y rebeldías). Esa batalla sigue en pie. Los tiempos cambian pero algunas cosas siguen siendo parecidas, nuestros aliados siguen estando entre la izquierda, las organizaciones sociales y políticas sin compromisos ni condicionamientos, y la calle sigue siendo el terreno más fértil para nuestra independencia.

Una canción coreana

Durante los últimos años leí, miré y escuché sobre Corea del Sur. Creo que no es (solamente) un tema de interés personal, el impacto de sus producciones culturales y fenómenos sociales se multiplicó durante las últimas décadas, sobre todo a partir de la política cultural agresiva que pensó un presidente coreano cuando empezaba el milenio. Hablando de presidentes coreanos, Yoon Suk-yeol no está teniendo el mejor fin de año. Su gobierno tambalea entre huelgas y protestas, que incluyen “ataques” de k-pop a todo volumen, villancicos contra el presidente y alguna réplica de guillotina.

Hasta este momento, Corea del Sur aparecía en los portales por la caída de la tasa de natalidad y el movimiento 4B que hizo estallar los buscadores después de que Donald Trump gane las elecciones y en las redes sociales aparecieran propuestas de emular los 4 NO de ese movimiento: no citas, no sexo, no matrimonio, no hijos con varones. Conversé con Eunhee Cheong, militante de izquierda y feminista en ese país, porque quería saber qué impacto tenía el 4B realmente y qué moviliza a las mujeres surcoreanas. Aprendí muchísimas cosas sobre la desigualdad, la historia y las tradiciones de lucha en ese país tan lejano pero con el que compartimos una cronología de movilización feminista que desconocía. Algo sugerente que dice Eunhee es que el movimiento 4B en realidad se apoya en una tendencia impulsada estructuralmente porque, como en muchos países, el capitalismo es la verdadera amenaza para las familias pero no vas a escuchar a ningún presidente hablar de eso. Rinde más culpar a las feministas. 

El libro de la selva y los parroquiales

Cuando tuve en mis manos Familia serán ustedes (TusQuests) de Julia Coria, vi que en la tapa había dos nenas y una tenía un muñón o un huesito en lugar de brazo, sentí que todo iba a estar bien. Si hay algo que me gusta más que las novelas policiales son las sagas de novelas policiales. Me gustan los universos que van construyéndose, los códigos compartidos, esperar que aparezcan personajes y extrañar a otros. La novela es una secuela de La horda primitiva (TusQuests 2022), sigue las aventuras de una familia de esas que se ríen de las fronteras de la biología y los papeles, una horda intergeneracional que se enfrenta al mundo. El escenario es la selva ecuatoriana, donde Sonia llega persiguiendo el amor y el calor te voltea cada vez que alguien abre una puerta o una ventana. La trama policial se mezcla con la ambición de un médico obsesionado por emular la capacidad de las tarántulas para regenerar partes de su cuerpo pero esa es solamente una parte de la historia. Algo de los experimentos en los que los hombres juegan a ser dioses me hizo pensar en Olimpia (Tusquests 2021) de Betina González, no tanto por el experimento en sí sino por la obsesión y, claro, por el secreto que lo rodea todo.

En esta selva cercana al mar, hay una casa gigantesca con túneles y puertas secretas, monstruos de aspecto desagradable, monstruos que dan miedo de verdad y crímenes sórdidos. Como en La horda, la literatura de género acompaña a las detectives/las heroínas, es su apoyo e inspiración, pero en este libro además navega en el género argentino, con autores y autoras que prestan sus libros y personajes. También me gustan mucho esas cositas que hacen de cuenta que están ahí porque sí pero contienen una pila de ideas e imágenes, como cuando Sonia está lejos de su hija Tania y recuerda el día que amenazaron con sacarle a la Chiqui recién nacida: “había sido todas las mujeres a las que les roban los hijos ni bien terminan de traerlos al mundo, no quiso pensar que ahora tenía que empezar a sentirse una más de las que esperan a sus hijas indefinida y desesperadamente” y sigue con lo suyo. No hay aclaraciones porque ninguna lectora argentina, diría latinoamericana, necesita que le expliquen nada. Si están en Buenos Aires, el miércoles la novela se presenta con una conversación con Sergio Olguín (que aparece en la novela).

En este 2024 intenso y eterno retomamos Fuera del algoritmo, un programa de literatura, series y cine que hacemos con Ariane Díaz, ahora en el canal de Youtube de La Izquierda Diario. Acá pueden ver todos los episodios (los de esta temporada y todas las anteriores). Y como todas las semanas desde 2018 (#nostalgia), hicimos El Círculo Rojo, que ahora también ven en Youtube todos los jueves.

Antonio Gramsci escribió en 1916 que no le gustaba el año nuevo, decía que eran fechas que ya no tienen “ninguna resonancia en nuestro espíritu” y que él quería ajustar cuentas con él mismo y renovarse todos los días. Me gusta esa idea pero también es tentador barajar y dar de nuevo en medio de la vorágine que no da respiro. Mientras tanto, espero que termines este año lo mejor posible y con la gente que querés cerca.