3/6/25

Décadas ganadas

 


Me adelanté por dos aniversarios redondos. Las fechas son solamente fechas pero permiten mirar hacia atrás y pensar en lo que queda cuando pasa el temblor, cuando se retira la marea. El 28 de mayo la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito cumplió 20 años, el martes 3 de junio se cumplen 10 años de la primera movilización Ni Una Menos

La filósofa feminista Judith Butler dijo en una conferencia en Argentina en 2019 que le gustaba la figura de la marea más que la de las olas porque “la marea llega, se retira, vuelve y se retira, se encuentra con otra marea y produce una nueva… es dinámica, no son etapas, es una dinámica en curso cuyo futuro no conocemos del todo o no podemos predecir”. 

Un 3 de junio se transformó en el 3J

Chiara Páez tenía 16 años y fue asesinada por su novio, no fue la primera ni la última. Pero esa vez fue distinto; los llamados a la acción fueron como chispas en un campo seco, la periodista Marcela Ojeda hizo un posteo en Twitter: “Actrices, políticas, artistas, empresarias, referentes sociales… mujeres, todas, bah… ¿No vamos a hacer nada? NOS ESTÁN MATANDO”. El 3 de junio de 2015 no se podía caminar en los alrededores del Congreso, no había señal de celular, pero lo más importante era que en cada rincón del país los clubes, las escuelas, los grupos de amigas, de mamás del colegio, todas se organizaron para marchar. Y empezaron a discutir todo: ya no más “crimen pasional”, ya no más “fanática de los boliches”

Sin avisar, Ni Una Menos se transformó en una contraseña popular: Ni Una Menos sin trabajo, Ni una Menos sin vivienda. En 2017, escribimos algo con Andrea D’Atri después de un 8M masivo en todo el mundo: las movilizaciones contra la violencia patriarcal despiertan simpatía y “sirven también como canal de expresión del descontento de millones de trabajadores y estudiantes con las políticas de austeridad, ajuste y precarización de la vida”. Ni Una Menos era de todas y de todos. 

La agenda se ampliaba porque la movilización contra la violencia patriarcal nunca se trató solamente de eso: se trataba de la desigualdad, de las relaciones de poder en el trabajo, del que te toca el culo en el colectivo pero también del acoso de jefes y supervisores, de que los malabares para cuidar los hacen las mujeres pero también de que las empresas las castigan por faltar porque no hay jardines ni centros de cuidado infantil en ningún trabajo. Y así podría seguir hasta el infinito porque casi todos los puntos de esa agenda salen del mismo lugar: del entrelazamiento específico que existe en las sociedades capitalistas entre la opresión de género y la explotación de clase. 

El glitter brilla más 

La marea verde siempre tuvo más fans; brilla, está llena de glitter, sus logros son concretos (aun cuando son tan frágiles que un cambio de gobierno puede ponerlos en jaque como hoy en Argentina, donde el derecho al aborto legal está siendo socavado más por obstáculos económicos que por discursos reaccionarios). Ni Una Menos se enfrenta todo el tiempo al resultado amargo de que no hay menos femicidios ni menos violencia patriarcal; incluso las políticas públicas que de alguna forma tradujeron demandas y reclamos no pueden ser más que paliativos. No hay #esley para terminar con los femicidios (incluso frágil, una ley con presupuesto adecuado puede aspirar a reducir casi a cero los abortos inseguros, en sí mismo es un objetivo relativamente modesto en el siglo XXI, ambiciosas son las posibilidades que abre ganar disputando las calles y las ideas). 

No hay menos femicidios. Según el Observatorio de Femicidios “Adriana Marisel Zambrano” de la organización La Casa del Encuentro, hubo 109 femicidios de enero a mayo de 2025 y hubo un femicidio casi todos los días de 2024. No existen cifras oficiales porque la única política del gobierno nacional fue destruir los programas públicos (ya desfinanciados) que existían. No hace falta aclarar que ninguno de los recortes tienen que ver con el ahorro, es una revancha. Pero las afectadas no son las feministas, son las mujeres en general y las pobres en particular. El desprecio por la vida de las mujeres no desentona con el resto de la agenda de Javier Milei, que desprecia la vida de la mayoría para privilegiar los intereses de los ricos. 

Ese revanchismo es incomprensible sin ponderar la potencia del movimiento que lo precede. Creo que esa sería una evaluación más justa del movimiento que despertó a muchos otros movimientos, que dislocó el sopor del “ya hay igualdad” y vio brotar los lunes negros en Polonia, el Me Too en Estados Unidos, un movimiento masivo en el Estado español, prestó su consigna a las italianas y le dio nueva fuerza a la cuna original mexicana de la idea “Ni Una Menos”.  

Cuerpos, deudas y nombres 

El miércoles 28 pasé por la esquina de Perú y Avenida de Mayo, el lugar donde la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito hizo una de sus primeras actividades hace 20 años. El verde ya no está de moda pero lo que representa sigue siendo vital y urgente, y recordar esa fecha es de alguna forma un tributo a las pioneras y a nuestra propia lucha que nunca empieza cuando nosotras llegamos. 

Lo que sí está de moda hoy es burlarse de nuestra lucha. Es lo que hicieron los funcionarios cuando presentaron su plan para que los ricos blanqueen dólares (“tus dólares, tu decisión”). No espero nada del vocero presidencial, menos que sepa que “mi cuerpo, mi decisión” es una consigna liberal característica del movimiento estadounidense (cuya conquista fue un fallo de la Corte Suprema -revertido en 2022- que impedía al Estado interponerse en la decisión individual de una mujer sobre su cuerpo). Menos espero que sepan que hasta los años 1980 republicanos como Ronald Reagan fueron defensores de “mi cuerpo, mi decisión” o que Margaret Thatcher votó a favor de despenalizar el aborto ¡hasta la semana 28! cuando era legisladora en el Reino Unido. 

La consigna tiene todo para triunfar: toma una parte de nuestra lucha (el derecho a decidir es elemental) que se puede despojar de cualquier crítica al capitalismo y hacerla encastrar en el individualismo neoliberal, que no moleste y, mejor todavía, que se pueda vender. Creo que la feminista bell hooks explica bien cómo funciona: “en una cultura de dominación, todas nuestras luchas políticas corren el riesgo de ser mercantilizadas de forma tal que vuelve difusa su intención radical” (Artists and Identity). Hay mil debates, no por nada esta newsletter se llama No somos una hermandad. 

Creo que nuestro movimiento lleva la igualdad como marca de nacimiento en un consigna que piensa en todas y no solamente en las que pueden pagar su decisión, la consigna de la Comisión por el Derecho al Aborto, que después hizo suya la Campaña: “Anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir”. Por la persistencia de ese reclamo, en Argentina el derecho al aborto es legal, seguro y gratuito. 

Judith Butler dice (en la misma conferencia) que antes del “yo soy, yo elijo, yo decido” hay un momento colectivo, “lo hago porque otras personas eligieron hacerlo también o porque construyeron un movimiento social que cambió la idea del género, cambió la idea de la ley, de la intervención médica. Hubo intervenciones de carácter social e institucional que le permiten a un individuo decir ‘yo quiero esto’. En algún sentido, es el último momento del proceso político, ‘quiero esto, insisto en el derecho al aborto, en el cambio de género’, el individuo es importante pero se hace posible por estas vastas interrelaciones que surgen de luchas previas”.  

Y dice esto que me encanta: “pertenecemos los unos a los otros de formas que no siempre sabemos, tenemos deudas los unos con los otros, no financieras sino emocionales, de solidaridad, con las personas que estuvieron antes que nosotras, de quienes no sabemos ni su nombre”. Yo soy porque otras fueron, elijo porque otras construyeron y los aniversarios también sirven para pagar esas “deudas” de las que habla Butler, empezando por seguir peleando para que el derecho a decidir sea para todas las mujeres y personas con capacidad de gestar. 

Para mí uno de esos nombres es Dora Coledesky y las que iban a las reuniones de la Comisión por el Derecho al Aborto en el localcito de Entre Ríos y San Juan después de diciembre de 2001. Las que un día aparecieron en la textil Brukman, ocupada por sus trabajadoras (había varones pero decían nosotras) y dijeron que la lucha de las feministas era la misma que la lucha de las obreras que defendían su fábrica. Tenían sus consignas, sus colores, sus canciones y en esos veranos calientes nos hicimos las unas de las otras con feministas, militantes de izquierda, estudiantes, trabajadoras, asambleístas. A veces discutiendo todo, a veces inventando canciones y riéndonos de lo mismo. 

En el Encuentro Nacional de Rosario de 2003 se hizo la primera Asamblea por el Derecho al Aborto y al día siguiente salió en la tapa de un diario una bandera que decía DERECHO AL ABORTO LIBRE Y GRATUITO. Esa bandera la pintamos en un local del Partido de Trabajadores Socialistas en Once y como las fotos no son de gran calidad no se ve el parche que tenía. Nos habíamos olvidado el “por el derecho a”, que sí o sí tenía que estar para dar batalla lo más preparadas posible, para responder ataques y para convencer. Eso, palabras más palabras menos, nos dijo Andrea D’Atri, que hoy es diputada de la Ciudad de Buenos Aires por el Frente de Izquierda Unidad. La terminamos muy tarde y no calculamos bien el peso pero el movimiento que iba a nacer necesitaba su insignia y la hicimos. Al regreso de ese Encuentro fundamos Pan y Rosas, en el centro cultural Rosa Luxemburgo frente a la textil Brukman.   

Por eso me gustan los aniversarios. Son días para pagar esas deudas y hoy también puede ser una oportunidad para que Ni Una Menos vuelva a ser esa contraseña popular para unir a todas las que luchan, todos lo que luchan en las calles, en las plazas, los hospitales, las universidades, las oficinas públicas, los talleres y las fábricas.


22/5/25

¿Segundo Francia?

 


 

Con la resaca de unas elecciones porteñas marcadas por la apatía y un triunfo frugal para el gobierno nacional, el presidente Javier Milei decidió volver a hablar de la caída de la tasa de natalidad. Fue tan genérica y obvia la utilización que me limitaré a recomendarte la entrega anterior, en la que escribí sobre la obsesión natalista de las derechas y una columna en nuestro programa El Círculo Rojo sobre la propuesta del “cheque bebé” en Estados Unidos.

Solo me detengo en un pasaje del discurso del presidente en la Cámara de Comercio de los Estados Unidos en Argentina (AmCham): “el miedo es que el mundo se quede sin gente. Lo hubieran pensado antes, nos hubiéramos ahorrado bastantes asesinatos en el vientre de las madres”. Me interesa por las palabras que eligió y porque es un defensor incondicional del genocidio que perpetra el Estado de Israel en Gaza. La organización no gubernamental Euro-Med Human Rights Monitor informó que las cifras oficiales confirman el asesinato de 12.400 mujeres palestinas, entre ellas 7.920 madres desde que comenzó el ataque de Israel. El peligro no se limita a los bombardeos, “60.000 mujeres embarazadas viven en pésimas condiciones por malnutrición, hambre y acceso inadecuado a la salud”. Además, 14.000 bebés están en peligro solamente por el bloqueo de la ayuda humanitaria. Ningún vocero de la obsesión natalista advertirá esta amenaza demográfica concreta porque no les interesa la vida, les interesan algunas vidas de algunas personas de algunos países.

Aprovecho esta repetición perezosa de agenda para hacer un paréntesis de cine, lucha de clases y poesía. 

Mi mayo francés

La primera escena de Si tocan a uno de nosotros muestra a Christian haciendo cuentas con una calculadora, hablan de descuentos, de fondo de huelga, de lo que dijo el juez. Me gusta cuando las películas empiezan de repente, cuando te tiran en el medio de la acción. La cineasta francesa Carol Sibony hizo un documental sobre la lucha de las trabajadoras y los trabajadores de la mega empresa agroindustrial InVivo. Después de una huelga en la planta Neuhauser de Folschviller, donde producen panificados para supermercados, los empresarios tuvieron que aceptar la reinstalación del delegado y representante sindical Christian Porta. Christian es militante de izquierda (miembro de Révolution Permanente), es de esa gente que sonríe con los ojos, que ya sabés que no le va a dar vergüenza hablar en la asamblea y en el documental lo ves multifacético en el piquete, en el micro yendo al juzgado, en el sindicato hablando con el trabajador al que se le venció el permiso de residencia, recordando cuando la empresa quiso tirar kilos y kilos de comida en la pandemia y ellos no lo permitieron, hablando de política con sus compañeros, con su mamá, hablando de una campaña de solidaridad con las trabajadoras de Túnez y explicando por qué es importante el internacionalismo.  

Mi top 3 de momentos favoritos. El primero es cuando Christian está hablando con su mamá y le dice que se acuerda de cuando volvía de la fábrica de chocolate con los dedos vendados y ella le dice “es que la fábrica es una mierda”, “vos sos rebelde y revoltoso como tu papá” y él le dice que en realidad se inspiró en ella. El segundo, cuando Julie recuerda que durante la primera huelga se hizo una marcha en la ciudad: “me acuerdo todavía porque pasamos frente a mi antiguo trabajo y vi a mi antigua patrona que estaba adelante, mirando todo”. Le preguntan: “¿qué sentiste mientras marchabas con tus compañeros viendo a tu antigua patrona?”. Ella dice: “sentí orgullo, un orgullo total. La pequeña Julie, la de antes, que se dejaba pisotear, maltratar, ya no existe más”; me parece un resumen perfecto del poder de transformación que tiene la acción colectiva sobre los individuos. El tercero, cuando los jueces ordenan la reinstalación de Christian y va a la planta con la carta documento, los jefes están haciendo un cordón con caras desafiantes pero en el fondo se les ve el miedo, no por la medida judicial, sino porque en todo ese tiempo los trabajadores y las trabajadoras se dieron cuenta de que la fábrica sin ellos y ellas no es nada. 

No cuento más porque el 31 de mayo vas a poder verla en La Izquierda Diario+. Si podés, hacete un rato y mirala porque a veces parece que la precarización, la fragmentación de la clase trabajadora o el avance de la derecha en gobiernos locales o nacionales son obstáculos infranqueables y momentos estáticos o inmodificables. La película lo desmiente y, al contrario, confirma que se puede pelear incluso cuando dividen tus filas, cuando parece que no sirve hacer huelga porque la mitad es precaria y la otra es pobre, cuando trabajamos tanto que parece que no hay energía para hacer otra cosa, se puede pelear incluso cuando te mirás de reojo con la persona de al lado en el trabajo porque votó un partido que dice que el problema sos vos porque sos mujer o el de más allá porque nació en otro país. Se puede pelear y se puede ganar (y eso permite pensar nuevas batallas). 

En realidad, lo primero que ves cuando empieza Si tocan a uno de nosotros es un fragmento del poema “Citröen” de Jacques Prévert : 

Pero aquellos que durante mucho tiempo fueron rapados como caniches

Aún conservan sus mandíbulas de lobos

Para morder, para defenderse, para atacar, 

Para hacer la huelga… 

La huelga…

¡Viva la huelga! 

Cuentan que en 1933, Prévert se entera de la huelga en la fábrica automotriz de Citröen y a la tarde publica el poema. Lo pinta de cuerpo entero, Prévert les escribe a los suyos

“…El sol brilla para todo el mundo, pero no brilla en las prisiones, no brilla para los que trabajan en la mina, los que descaman el pescado.

Los que comen carne podrida.

Los que fabrican horquillas para el pelo.

Los que soplan las botellas que otros beberán.

Los que pasan las vacaciones en las fábricas.

Los que ordeñan la vaca y no beben la leche.

Los que no son anestesiados en la consulta del dentista.

Los que fabrican en sótanos las estilográficas con las que otros escribirán al aire libre que todo va de mil maravillas…”

Prévert es poeta para ellos. En los años 1930 escribe teatro para el grupo Octubre, asociado al Partido Comunista Francés, aunque a él lo señalan como inconformista, trotskista, anarquista. Escribe poesía y teatro, escribe cine, bajo la ocupación nazi se va al sur y escribe el guión de Los niños del Paraíso (1945), una de sus colaboraciones con Marcel Carné. Prévert siempre va a escribir contra el poder, se va a reír de los políticos y los empresarios, se va a burlar de los burgueses. Va a escribir para recordarles a los caniches que fueron lobos y que todavía muerden. 

La paz y los libros 

Paz es una obra-instalación de Antonio Villa que estuvo hasta hace unos días en el teatro José Verdi de La Boca. Cuenta la historia de una cronista de guerra y su retrato de los grandes conflictos y los pequeños de la población que debe seguir viviendo en medio del caos bélico y el propio. Laura Paredes interpreta a la cronista que vive en guerra incluso al volver a casa y cuando conversamos con ella en El Círculo Rojo contó que la idea es retomar Paz más adelante (mientras tanto, podés verla como Hortensia Caridad Morales en Parlamento o Celine en Las cautivas). 

Sigo con el rinconcito autorreferencial y aviso que estrenamos nuevo episodio de Fuera de algoritmo, un programa de literatura, series y cine que hacemos con Ariane Díaz. Hicimos un especial de libros: películas sobre libros, libros sobre libros, libros reales y no tanto, autores y autoras, consagrados y anónimas, librerías y clubes de lectura. Hablamos de American Fiction, La Rue d’ Odéon, El club de lectura de Jane Austen y Vacío perfecto.

 

8/5/25

La zurda que diseñó tu cocina

 


En la última temporada de la serie Succession, el candidato conservador a la presidencia, Jeryd Mencken, llama “kinder, küche, kirche” a Shiv, la única mujer entre los herederos del magnate Logan Roy. En castellano significa “bebés, cocina, iglesia”; es un viejo eslogan alemán que resume el lugar de las mujeres en la sociedad. La feminista española Victoria Sau Sánchez escribe en su Diccionario feminista ideológico que era un  “llamamiento a las mujeres en la Alemania de entreguerras para que volvieran a formas tradicionales de vida y abandonaran los lugares que habían conseguido en la sociedad. La frase se debe a Bismark, y en España, para que fueran tres C, se dijo, casa, cocina, calceta. Maternidad, religión y tareas domésticas, éste es el sentido de ‘las tres K’”. 

Aunque hoy esa idea no sea utilizada directamente como herramienta de propaganda oficial, resuena en discursos neoconservadores que apelan a la nostalgia de un “pasado mejor” en el que la brecha de desigualdad entre los géneros era mucho más grande o, dicho de otra forma, el cuestionamiento a los roles tradicionales de género era marginal. Algo de esto puede verse en la celebración de la esposa tradicional (que animó muchos debates a través de la tendencia tradwife en redes sociales). 

Bebés. La “K” más activa hoy en la conversación pública es la que se traduce en la obsesión natalista. Magnates, funcionarios y soldados rasos de diferentes oficialismos alrededor del mundo reproducen alertas sobre una crisis demográfica y coquetean con discursos como la “teoría del gran reemplazo” (que no es otra cosa que un planteo racista, obra del francés Renaud Camus). La idea escaló tanto que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, dijo que no descarta incentivos económicos para aumentar la tasa de natalidad (blanca y nativa, porque los grupos pronatalistas que festejan estas medidas se cruzan demasiado con políticas xenófobas y racistas). La socióloga española Sara Lafuente Fuentes lo explica muy bien: “el discurso de la natalidad está claramente atravesado por un eje fundamentalmente racista, en el que un tipo concreto de criaturas son buscadas, deseadas y se anima a tenerlas —en teoría— y otro tipo no son bienvenidas y se las expulsa”. 

Cocina. Hace más o menos un siglo, el arquitecto alemán Ernst May llamó a su colega austríaca Margarete Schütte-Lihotzky para que diseñe las cocinas del complejo habitacional que estaba construyendo en Frankfurt para paliar la escasez de viviendas en Alemania después de la guerra. En 1926, ya se construían las primeras “cocinas de Frankfurt” en las que Schütte-Lihotzky volcó sus ideas para hacer el trabajo doméstico menos pesado para las mujeres, que son hasta hoy las que más horas dedican a las tareas no remuneradas en los hogares. 

Grete emuló algo del taylorismo de las fábricas y diseñó un espacio para realizar diferentes tareas desplazándose apenas unos pasos, superficies fáciles de limpiar y muebles funcionales (usaron el color azul porque habían observado que las moscas tendían a posarse menos en superficies de ese color). Es la típica cocina de departamento, que se prolonga en forma horizontal para aprovechar un espacio angosto (ella se inspiró en la cocina de un tren). 

Grete nació en 1897, literalmente la época de kinder, küche, kirche pero toda su vida fue un desandar ese camino. Fue la primera arquitecta de Austria; cuando terminó la universidad se entusiasmó con el gobierno socialista de la ciudad de Viena (conocida como la Viena roja) y se afilió al Partido Obrero Socialdemócrata. Antifascista convencida, se unió al Partido Comunista y la única vez que interrumpió su actividad fue durante el periodo que pasó en la cárcel por participar de la resistencia contra los nazis. Fue comunista hasta su muerte en el 2000, un poco antes de cumplir 103 años. En su libro Memories From the Resistance (Memorias de la resistencia) menciona algunas críticas feministas a la “cocina de Frankfurt”, sobre todo porque era una habitación separada. Sobre esto, me pareció interesante algo que dice la historiadora Claudia Kreklau: “aunque las críticas a la domesticidad sexista son muy necesarias (...) omiten que la arquitecta intentó apuntalar la difícil vida cotidiana de las mujeres trabajadoras cuyo contexto económico y político no podía cambiar [ella en ese momento]”. Creo que es más interesante la discusión que cuenta que existió durante la planificación: ¿era mejor una cocina por departamento o cocinas comunales? 

Como muchas mujeres, chocó con los prejuicios de su época (que son un poco los de la nuestra) y cuando se hizo famoso su proyecto, ella sabía que venía como anillo al dedo que la diseñadora de una cocina fuese una mujer pero aclaró que antes de hacerlo “nunca había cocinado. Diseñé la cocina como arquitecta, no como ama de casa”, “mi trabajo se basaba en la idea de las mujeres que trabajaban no en cocinar en sí mismo”. Me gustó además esta idea de Grete sobre la independencia femenina: “estaba convencida de que la independencia económica y la autorrealización de las mujeres sería un bien común, y por lo tanto una mayor racionalización del trabajo doméstico era un imperativo”. Su propia versión de que la independencia no podía ser un logro aislado o individual, mucho menos entre las mujeres de las clases medias y trabajadoras, para quienes se duplicaba la jornada dentro y fuera de la casa. 

Iglesia. Por estas horas, se elige (¿habrá habido humo blanco para cuando leas esto?) el nuevo líder de la Iglesia católica. La muerte del Papa Francisco provocó muchos análisis sobre la gravitación política y social de Jorge Bergoglio, el Vaticano y la Iglesia. Entre esos debates lo que más me interesa es la relación entre religión y política, en un mundo más descorazonado que nunca. De eso va este artículo de Fernando Rosso. Y si digo iglesia, hoy me cuesta evitar la imagen del Rengo y Rita compartiendo un cigarrillo mientras crece el fuego y suena la voz de Mercedes Sosa cantando “Credo” de Misa criolla? (¿Hay algún rincón donde no se hable de El eternauta?)

La zurda, media Verónica y una mafiosa adolescente 

Hablando de zurdas, Myriam Bregman presenta su libro Zurda el domingo 11 de mayo a las 19 hs en la sala José Hernández de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires con Alejandro Bercovich y el escritor Guillermo Martínez. En la tapa se lee “apuntes contra la resignación, la mansedumbre y el conformismo”. Cuando quieren hacerte creer que solo existe la derecha y hay tantos queriendo apagar el fuego antes de que se encienda, no se me ocurre un libro más actual. 

Media Verónica (Alfaguara) es el quinto volumen de la saga de Verónica Rosenthal del escritor argentino Sergio Olguín. Verónica vuelve a mezclarse en el tiempo entre una actualidad nebulosa y los años ‘70 argentinos, los amores de ayer, los de hoy y los de siempre. Las formas del amor son protagonistas, esas sobre las que Jane Austen escribió que “hay tantas como momentos en el tiempo”. Algo que me encantó de esta entrega: los libros dentro del libro. Estoy para leer El feminismo como práctica de la libertad y El poder no cambia de manos, “un ensayo que analiza cómo las conquistas feministas no llegan a mellar el poder real, que es básicamente masculino” (si fuera a la charla de Valeria Moreno en la Feria del Libro, agregaría algún matiz sobre las clases sociales, creo que ella estaría de acuerdo). Me gustaron también los cameos literarios: Cumbres borrascosas de Emily Brontë, La campana de cristal de Sylvia Plath, Octubre rojo en Asturias y hasta una compilación de cuentos de la intrépida Dorothy Parker. Casi al final hay un “ajuste de cuentas” íntimo, Verónica nunca leyó a Maigret, el detective de George Simenon.

Bang Bang Baby es una especie de coming of age de Alice (se dice Aliche) que  crece en la Italia de los años 1980. La de Alice es una familia complicada, su conexión con la mafia es un detalle. La miniserie es algo más que una Tony Soprano en ciernes con ropitas lindas o un personaje escapado de Las buenas madres, es una historia inundada por la grieta norte-sur, la presencia ineludible de los otros (las mujeres, los pobres, las trans), la magia y la religión peleando como dos viejas contrincantes, todo iluminado por el imperio de la televisión. Uno de los momentos más lindos: las obreras ocupan una fábrica textil, ahí trabaja Gabriella, y por algo que no voy a spoilear, también están Alice (su hija) y Lina (su exsuegra). Las obreras por su lado, la vieja matriarca de la mafia y ¿la heredera? por el otro. Juntas pero cada una en su historia, todas tomando el destino en sus manos. Se ven Amazon Prime y por ahí.